El
tema de nuestra emocionalidad, ay! este tema que tantas veces nos
arrastra por la calle de la amargura.
Con
respecto a las emociones, concretamente, lo que más nos interesa
hoy, tras establecerse ya hace unos años la creencia de que nuestra
dimensión emocional es relevante, cantemos un ALELUYA!; es la
regulación de las emociones.
Solemos
utilizar la palabra control...Anhelamos controlar lo que sentimos.
Más que control vamos desde ahora a llamarlo regulación de las
emociones, al fin y al cabo, esta es una faceta de nuestra humanidad,
innata y que nos acompañará, sí o sí.
Somos
tan susceptibles a las emociones que hasta a partir de los sueños,
podemos desatar todo tipo de situaciones, una vez despiertos. Una
noche vas a dormir tan plácidamente y, a la mañana siguiente, te
despiertas extrañando como nunca a algún familiar... Entonces te
dejas llevar, revisas tu cuenta bancaria, y estás a punto de comprar
el pasaje que desequilibrará todo tu presupuesto por el resto del
año. Afortunadamente, antes, llamas al familiar con el que soñaste
y, al finalizar la conversación, cuando te encuentras más sosegado,
admites que sus palabras tienen sentido con respecto a ese viaje
imprevisto y, decides posponer para más adelante, la compra del
pasaje... Uuufff!, por poco eres preso de la emocionalidad que te
produjo un sueño.
¿Se
te ocurren más sueños que desaten tu emocionalidad?. ¿Así como
los sueños, se te ocurren otros detonantes de tu emocionalidad?,
seguramente, más de uno...
El
proceso por el que se activan las emociones es el siguiente: estímulo
exterior o interior, interpretación (la idea que generamos respecto
al estímulo), emoción a partir de esa interpretación, respuesta
con la cual reaccionamos.
Los
estímulos externos tienen que ver con nuestras interacciones con el
mundo; una peli, una llamada, una noticia, un abrazo, una bofetada,
etc. En el ejemplo de arriba, el sueño representa el estímulo, en
éste caso interno, la imaginación, nuestro propio cuerpo, etc.
Estamos rodeados de estimuladores de nuestro sistema emocional y eso,
no va a cambiar. Lo más coherente y productivo que podemos hacer es
aceptarlo con gratitud, porque gracias a ello, experienciamos la
vida, y, no sólo la pensamos.
La
interpretación o idea que asociamos a los estímulos es en un 90% de
los casos, inconsciente y, sólo un 10% de las veces, atajamos el
pensamiento cuando se produce, por eso, lo que propongo en este post
esta vez, es otra opción, distinta a la de aprender a identificar a
tiempo ese pensamiento.
La
propuesta es la de darnos un margen de tiempo, después de que se
genere la interpretación y su emoción correspondiente. Es decir,
nos relajamos, nos permitimos se desencadene naturalmente, lo que
surja frente al estímulo, hasta justo antes de responder. Dejamos
libre las ideas y las emociones pero, nuestra reacción a ellas, nos
la "guardamos para después".
Es
mucho más difícil identificar y manejar ideas, basadas en tooodo
nuestro mapa interior, y las emociones, que, aceptarlas, reconocerlas
pero no hacer, de momento nada con ellas... ni juzgarlas, ni
reprimirlas, ni exacerbarlas, nada, hasta un tiempo prudencial más
tarde. El tiempo límite de "stand by", de dejarlas en el
limbo, lo decidirá cada uno y, ¿qué nos indicará que es hora de
prestar atención de nuevo, a ese impulso y hacer algo?, nos lo
indicará nuestro sosiego.
Cuando
vemos el estímulo que nos había alterado, para bien o para mal,
desde la ecuanimidad, con tranquilidad, sin aceleración, ni
ansiedad, incluso a veces, desde el humor; entonces es el momento
perfecto para decidir cómo responder.
Algunos
trucos para poder darnos ese tiempo, antes de responder.
1-Sal
a caminar.
2-Ponte
a hacer deporte.
3-Ponte
a hacer algo que te gusto mucho, cantar, bailar, cocinar, etc.
4-Habla
con alguien.
5-Escribe
lo que te pasa.
6-Mírate
en el espejo y háblate
No hay comentarios:
Publicar un comentario