viernes, 6 de marzo de 2015

La Calle de la Amargura no irá a ningún lado, déjala para más tarde


El tema de nuestra emocionalidad, ay! este tema que tantas veces nos arrastra por la calle de la amargura.

Con respecto a las emociones, concretamente, lo que más nos interesa hoy, tras establecerse ya hace unos años la creencia de que nuestra dimensión emocional es relevante, cantemos un ALELUYA!; es la regulación de las emociones.

Solemos utilizar la palabra control...Anhelamos controlar lo que sentimos. Más que control vamos desde ahora a llamarlo regulación de las emociones, al fin y al cabo, esta es una faceta de nuestra humanidad, innata y que nos acompañará, sí o sí.

Somos tan susceptibles a las emociones que hasta a partir de los sueños, podemos desatar todo tipo de situaciones, una vez despiertos. Una noche vas a dormir tan plácidamente y, a la mañana siguiente, te despiertas extrañando como nunca a algún familiar... Entonces te dejas llevar, revisas tu cuenta bancaria, y estás a punto de comprar el pasaje que desequilibrará todo tu presupuesto por el resto del año. Afortunadamente, antes, llamas al familiar con el que soñaste y, al finalizar la conversación, cuando te encuentras más sosegado, admites que sus palabras tienen sentido con respecto a ese viaje imprevisto y, decides posponer para más adelante, la compra del pasaje... Uuufff!, por poco eres preso de la emocionalidad que te produjo un sueño.

¿Se te ocurren más sueños que desaten tu emocionalidad?. ¿Así como los sueños, se te ocurren otros detonantes de tu emocionalidad?, seguramente, más de uno...

El proceso por el que se activan las emociones es el siguiente: estímulo exterior o interior, interpretación (la idea que generamos respecto al estímulo), emoción a partir de esa interpretación, respuesta con la cual reaccionamos.

Los estímulos externos tienen que ver con nuestras interacciones con el mundo; una peli, una llamada, una noticia, un abrazo, una bofetada, etc. En el ejemplo de arriba, el sueño representa el estímulo, en éste caso interno, la imaginación, nuestro propio cuerpo, etc. Estamos rodeados de estimuladores de nuestro sistema emocional y eso, no va a cambiar. Lo más coherente y productivo que podemos hacer es aceptarlo con gratitud, porque gracias a ello, experienciamos la vida, y, no sólo la pensamos.

La interpretación o idea que asociamos a los estímulos es en un 90% de los casos, inconsciente y, sólo un 10% de las veces, atajamos el pensamiento cuando se produce, por eso, lo que propongo en este post esta vez, es otra opción, distinta a la de aprender a identificar a tiempo ese pensamiento.

La propuesta es la de darnos un margen de tiempo, después de que se genere la interpretación y su emoción correspondiente. Es decir, nos relajamos, nos permitimos se desencadene naturalmente, lo que surja frente al estímulo, hasta justo antes de responder. Dejamos libre las ideas y las emociones pero, nuestra reacción a ellas, nos la "guardamos para después".

Es mucho más difícil identificar y manejar ideas, basadas en tooodo nuestro mapa interior, y las emociones, que, aceptarlas, reconocerlas pero no hacer, de momento nada con ellas... ni juzgarlas, ni reprimirlas, ni exacerbarlas, nada, hasta un tiempo prudencial más tarde. El tiempo límite de "stand by", de dejarlas en el limbo, lo decidirá cada uno y, ¿qué nos indicará que es hora de prestar atención de nuevo, a ese impulso y hacer algo?, nos lo indicará nuestro sosiego.

Cuando vemos el estímulo que nos había alterado, para bien o para mal, desde la ecuanimidad, con tranquilidad, sin aceleración, ni ansiedad, incluso a veces, desde el humor; entonces es el momento perfecto para decidir cómo responder.

Algunos trucos para poder darnos ese tiempo, antes de responder.

1-Sal a caminar.
2-Ponte a hacer deporte.
3-Ponte a hacer algo que te gusto mucho, cantar, bailar, cocinar, etc.
4-Habla con alguien.
5-Escribe lo que te pasa.
6-Mírate en el espejo y háblate